El mundo global en el que vivimos se caracteriza por su vertiginoso ritmo de transformación, por una acelerada evolución del entorno económico, social, político, cultural y tecnológico. Fenómenos como la digitalización, la necesaria sostenibilidad de la actividad productiva o la competitividad derivada de la internacionalización de la economía, suponen un auténtico reto de adaptación para las organizaciones y para quienes son responsables de su dirección y gestión.
En ese contexto, el modelo de dirección que propone este libro puede, en mi opinión, ofrecernos algunas alternativas útiles para hacer frente a las necesidades y problemas de las organizaciones y de la propia sociedad en su conjunto.
Contar con una visión integral de nuestro entorno, aprender y perfeccionarnos, obtener lo mejor de quienes trabajan con nosotros y centrarnos en el impacto de nuestra actividad sobre la comunidad de la que formamos parte son los cuatro pilares de un paradigma de dirección humanista que tiene como fin último la realización integral de la persona y la satisfacción de sus intereses y expectativas.
Autoexigencia, definición de un sistema compartido de principios, ejemplaridad, implicación, motivación y compromiso con el interés general son, además, elementos esenciales que definen, en sintonía con las tendencias más actuales en la materia, el modelo de dirección que nos aconsejan los clásicos del management contemporáneo.
Efectivamente, es indudable que el principal activo de cualquier organización es su capital humano porque en él se encuentra la principal clave del éxito. Por ello, a lo largo de mi carrera profesional, he procurado siempre prestarle una atención prioritaria.
Saber escuchar, comunicar, ilusionar, facilitar la participación, generar un ambiente de confianza, saber delegar y repartir responsabilidades, estar dispuesto en todo momento a aprender y mejorar, compartir una misma visión, unos mismos valores y un sólido compromiso con la comunidad son esenciales para motivar, para atraer voluntades y, fundamentalmente, para garantizar el desarrollo personal y profesional de todas las personas del equipo que constituye, en la actualidad, la verdadera unidad de trabajo.
Esta era de la incertidumbre sin referentes a la que aludía J. K. Galbraith hace ya casi medio siglo ha de ser la era de un nuevo humanismo en el mundo de la dirección y la gestión de las organizaciones que sea capaz de movilizar el talento de todos y hacer posible que personas inteligentes construyan organizaciones y sociedades inteligentes preparadas para afrontar los desafíos de nuestro tiempo.
