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“El buen gobierno lo escriben los profesionales de lo público cada día”

presentación ética pública y gobernanza

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José Joaquín Jiménez Vacas reflexiona sobre los conceptos de ética, moral, integridad o buen gobierno. Lo hace con motivo de la presentación del ensayo Ética pública y gobernanza, celebrada en compañía de los coeditores del libro, Kike Cortés y Alfredo Molina, allegados y compañeros de la Administración. Un acto donde todos los asistentes compartieron un interesante debate sobre el estado de lo público y cuyos ejes principales plasma el autor en este artículo.

JOSÉ JOAQUÍN JIMÉNEZ VACAS

El Buen Gobierno no está escrito. Lo reescriben los profesionales de lo público cada día, adaptando sus actividades a un entorno en permanente cambio. El libro Ética pública y gobernanza (SKR Ediciones y Dextra Editorial, 2023) hace micromirada del concepto de ética pública, en el marco de una sociedad globalizada que requiere de un nuevo paradigma de Gobernanza, más aún, si lo que se pretende es combatir un fenómeno adyacente al citado por antagónico, de corrupción, cuyo origen puede remontar al principio de los tiempos cuando, siguiendo el relato bíblico, los primeros habitantes desobedecieron el mandato divino al probar del fruto prohibido.

Ética: origen y evolución del concepto 

La palabra ‘ética’ tiene una dimensión conceptual extensa que refiere a aquellas conductas que son acordes y no contrarias a principios, valores y pautas de conducta que son establecidas como referente y que, legal o moralmente, resultan de cumplimiento obligatorio.

La dimensión del concepto es extensa, porque una conducta o comportamiento que no merezca la consideración de ético puede hacer referencia tanto a aquellas acciones que están tipificadas por una norma legal como delictivas o irregulares, por la concurrencia, o no, de aspectos dolosos o involuntarios del comportamiento, o no constituir una conducta reprobable desde la perspectiva jurídica, pero no ser deseables por ser objeto de un rechazo generalizado. 

Es decir, se quiere entender la ética como un conjunto de comportamientos que, no estando prohibidos, tampoco están permitidos o no son deseables por perjudicar la imagen reputacional de una organización, ya sea privada o pública; si bien es lo cierto que, desde un plano teórico general, las definiciones de ética, integridad o corrupción no son algo en absoluto nuevo.

En la Grecia clásica, en efecto, ya se contraponía ética y política, siendo Aristóteles quien, por primera vez, diseñó el discurso moral. Sin olvidar a Platón que perfiló, en su obra Diálogos, la base fundamental de lo que hoy conocemos con el nombre de ética.

Ética, así, procede de la palabra griega ethos, que significa costumbre o carácter, siendo una de las principales fuerzas que mueven al ser humano a obrar. Moral, deriva del término latino mores, cuyo significado es, sin embargo y también, costumbres, siendo la función de la moral orientar la conducta de los seres humanos de modo que su vida en común –su convivencia, en paz- resulte posible, evitando el daño a los demás y, también, hacia uno mismo. 

La integridad pública como pilar fundamental

El término ‘integridad’, por otra parte, proviene del latín ínteger (entero) y es usado en diversas áreas del conocimiento con significados también diversos, si bien todos ellos vinculados a la idea de algo indemne (no dañado): algo que no ha perdido su entereza. La integridad se configura como uno de los pilares fundamentales de las estructuras políticas, económicas y sociales y, por tanto, esencial para el bienestar económico y social, así como para la prosperidad de los individuos y de las sociedades en su conjunto.

Se ha dicho que, de una forma sencilla, la integridad consiste en hacer lo correcto cuando nadie te está observando. Actuar con integridad tiene que ver con entender, aceptar y escoger vivir conforme con principios éticos y morales, incluyendo la honestidad, la rectitud y la decencia.

En el ámbito de las Instituciones, la integridad no es solo una cuestión moral, sino que permite hacer las economías más productivas, los sectores públicos más eficientes, las sociedades y las economías más inclusivas. Se trata, en definitiva, de restablecer la confianza: no solo confiar en el Gobierno, sino confiar en las Instituciones públicas, los reguladores, los bancos y las empresas.

En resumen, la integridad pública se refiere a la alineación consistente y la adhesión a valores, principios y normas éticas compartidas, para mantener y priorizar el interés público sobre los intereses privados en el sector público. Dichos valores o principios, así, sirven de guía para las conductas y decisiones que se tomen dentro del sistema y, en ellos, se refleja la cultura de la organización, así como la identidad colectiva e individual. A su vez, resultarán referente sólido al que recurrir en tantos y tan delicados momentos de crisis. 

Les invito a leer mi monografía, Ética pública y gobernanza, como se hizo de Manuel Azaña, de quien Miguel de Unamuno ya había advertido: ¡Cuidado con Azaña! Es un escritor sin lectores, capaz de hacer una revolución para que le lean…

José Joaquín Jiménez Vacas es preparador de oposiciones en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública SKR, Técnico Superior de Administración General de la Comunidad de Madrid y Doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca con el premio extraordinario de doctorado 2020-2021. Autor, entre otros títulos, de Ética pública y gobernanza (SKR Ediciones y Dextra Editorial, 2023).

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