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«Uno de los males que aquejan hoy a lo público es la pérdida del sentido de su función»

PORTADA web Una nueva mirada al mundo

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Oshidori. — Buenas tardes, señora condesa… ¡Qué sorpresa tan inesperada! Adelaida. — Todas las sorpresas son inesperadas. Porque, si no fueran inesperadas, no serían sorpresas

Usted tiene ojos de mujer fatal (Enrique Jardiel Poncela)

Inesperada sorpresa ha dejado de ser un pleonasmo para nuestra generación, la que ha crecido y se ha formado en el tránsito del siglo XX al siglo XXI, y que desde 2008 asiste a una serie de acontecimientos que compiten entre ellos por ser cada vez más espectaculares, más impactantes, más hechos sociales totales (en términos de Durkheim) o más disruptivos (en términos de los pensadores más horteras).

La sorpresa ha dejado de ser sorprendente, ha perdido su cualidad de inesperada. Vivimos instalados en la espera de una sorpresa aún mayor que la anterior. Ya no se trata solo de una aceleración en los cambios —“este texto lo ha escrito una inteligencia artificial” ha pasado a ser una muletilla común últimamente, aunque no aplicable en este caso: si acaso podemos hablar de una inteligencia colectiva escribiendo con muchas manos y una misma inquietud, pero de manera obtusamente natural— se trata de una eliminación, casi absoluta, de nuestra capacidad para el pasmo.

No quiere esto decir que seamos capaces de entender mejor lo que sucede en nuestro entorno mediato o inmediato. Que no nos extrañe lo insólito solo quiere decir eso, que lo improbable nos resulta natural, familiar, casi ordinario. Hemos entrado en un estado en el que, como sociedad, pensamos que también esto pasará como una cota de malla contra la desdicha; y, si no pasa, tampoco es muy grave, algún nuevo fondo se inventará la Unión Europea.

Sin embargo, individualmente la duda permanece instalada. Y, cuando tu ocupación profesional te permite o te obliga a enfrentarte a esos cambios en el día a día, cuando los debates con tus colegas de profesión son más apasionantes que nunca, más vertiginosos, parece difícil sustraerse a la atractiva tarea de asomarse sobre algunos de estos fenómenos, con la intención observarlos y comprenderlos un poco mejor, y ensayar sobre ellos.

«Sin idealismo, lo público se convierte en una forma rutinaria de contabilidad social, de administración de personas y cosas»

“No he querido saber pero he sabido”, decía Marías al inicio de Corazón tan blanco. En nuestro caso podríamos decir, para explicar estos cientos de páginas que se suceden a esta presentación, que hemos querido saber pero tenemos dudas de si hemos sabido.

No es nuestra intención semejar al tratadista que analiza una realidad con los instrumentos con los que un investigador se enfrenta a la ciencia, buscando así diseccionar de manera objetiva y analítica un hecho o una circunstancia.

Muy al contrario, lo que hemos pretendido es acercarnos a la realidad que nos rodea con un criterio personal y crítico. En cierto sentido, el ensayo pretende acercarse a la realidad desde la trinchera del autor, desde sus adherencias personales y sus motivaciones intelectuales, sabiendo de antemano que la tarea es imposible, que la actividad se encuentra abocada irremediablemente a sentirse incompleta.

Cada uno de los autores se ha encontrado movido por una inquietud intelectual derivada de sus propias experiencias personales o profesionales. Y, si acaso hemos sabido saber —eso no nos corresponde a nosotros decidirlo—, no hemos pretendido suplantar el conocimiento ordenado, sin duda más profundo, de las materias abordadas, que muy oportunamente está tratado por otros académicos y profesionales de las realidades a las que nos hemos asomado, sino mostrar otra mirada al mundo que nos rodea, nuestra mirada. En una época en la que se repite como un mantra la anomalía del funcionamiento de lo público, cuando el descrédito de todo aquello que sirve al interés general se encuentra sometido a un fuego cruzado de críticas, queremos también, en cierto modo, reivindicar su valor. La circunstancia de que todos los autores pertenezcan al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado es, sin embargo, meramente accidental.

«Como formadores de futuros responsables públicos creemos en la necesidad de suscitar y mantener el deseo de seguir aprendiendo»

Por lo que se refiere a la forma que hemos pretendido darle a esta osadía, comenzamos con una serie de escritos más extensos y generales que nos permiten enmarcar y parametrizar el mundo actual, un esfuerzo de contextualización sin duda insuficiente, pero al menos bien intencionado. La fragilidad de nuestro tiempo, el impacto de los avances tecnológicos, el reparto de poder o el devenir de la democracia son, entre otros, objeto de este indisimuladamente ambicioso prólogo.

Avanzamos luego en una serie de temas que nos marcan como personas, actores de una realidad que, como decíamos, no siempre comprendemos, aunque cada vez lo toleremos con más paciencia. Identidades, derechos movimientos (en todas sus acepciones) y la desigualdad como telón de fondo ocupan este primer acto.

Por escenarios no entendemos solo la geopolítica sino la orientación que han tomado la Economía, el Derecho, la Educación, el papel del Estado o los derechos sociales. Aquellas cuestiones que generan los espacios que habitamos y transitamos entre sorpresa y sorpresa, y que en gran medida nos condicionan como seres adaptativos que somos.

Pero las personas, para deambular por los escenarios, seguimos necesitando la guía de las ideas. Y a su estudio abocamos el último bloque de ensayos abordando opinión pública, cultura, modelo de Administración… Pero también dos realidades geográficas que entendemos que trascienden lo territorial para conceptualizarse como ideas: la Unión Europea, que abordamos con posibilidad y como límite, y Latinoamérica, un mundo en sí mismo con el que nos unen multitud de relaciones y al que no siempre prestamos la suficiente atención; espacio del que creemos saber, y a menudo no sabemos nada.

Los artículos que forman parte de este intento de ensayo conjunto bien pudieran nacer de la curiosidad aleatoria o de cualquier otra circunstancia personal. La pasión por saber más, por conocer más y por inquietarse críticamente no es propiedad de ninguna profesión ni oficio sino una circunstancia azarosa de la personalidad. Cada uno hemos seguido el camino trazado por ese azar para acercarnos tentativamente y sin mayores pretensiones a las cuestiones que han encendido nuestro interés. En resumen, no hemos hecho más que levantar la vista para mirar con detenimiento a lo que nos rodea, abstrayéndonos de la fuerza arrolladora de la cotidianeidad, huyendo de la anomia que hoy nos produce la sorpresa.

«Una serie de temas que nos marcan como personas, actores de una realidad que no siempre comprendemos, aunque cada vez toleremos con más paciencia»

Otra circunstancia añadida a nuestras inquietudes surge de una vocación: la de enseñar. Como formadores de futuros responsables públicos creemos en la necesidad de suscitar y mantener el deseo de seguir aprendiendo. En el ámbito público, a veces se confunden los objetivos con los fines, y una vez alcanzada la meta de asumir una función, se pierde la perspectiva de su fundamento. Sin idealismo, lo público se convierte en una forma rutinaria de contabilidad social, de administración de personas y cosas. Ese es probablemente uno de los males que aquejan hoy a lo público: la pérdida del sentido de su función. Y no existe manera cabal de servir desde dentro si no se conoce —o se pretende, al menos, conocer— lo que hay fuera.

Este tercer hito en más de una década de trabajo colectivo que se inició con Una mirada al mundo (2011) y que siguió con una edición ampliada y profundamente revisada (2017) supone un salto, rompiendo con estructuras anteriores e introduciendo nuevos temas y enfoques. Como los propios autores, entre los que quedan varios veteranos de aquella primera aventura, el proyecto ha evolucionado, pero se mantiene fiel a su concepción original: ampliar nuestro conocimiento, ampliando con ello nuestras dudas y nuestra necesidad de seguir ensayando sobre un mundo que siempre va a superar nuestra capacidad de análisis. Esperamos que los lectores también lo vean así.

Montaigne, que fue precisamente el inventor de este género, advertía a los lectores de sus Ensayos de la siguiente forma: “Este es un libro de buena fe, lector. Desde el comienzo te advertiré que con él no persigo ningún fin trascendental, sino solo privado y familiar; tampoco me propongo con mi obra prestarte ningún servicio, ni con ella trabajo para mi gloria, que mis fuerzas no alcanzan al logro de tal designio”. En realidad, el francés fue un poco tramposo porque llevó al género a las más altas cotas de perfección, y trabajó puliendo y revisando sus Ensayos casi hasta su muerte. Más nos valdría no pretender su hazaña, ni mantener el compromiso hasta tan postrer momento; nos quedamos con su advertencia al lector y nuestra promesa de seguir intentándolo.

Presentación del libro Una nueva mirada al mundo (SKR Ediciones y Dextra Editorial, 2023), una obra conjunta de ensayos de actualidad escrita por 31 autores, todos ellos directivos públicos, y prologada por Federico Steinberg. Una reflexión con perspectiva 360º del escenario político, económico y social en el que vivimos.

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