Nada más terminar la carrera Ainhoa quiso reconducir su vocación hacia las oposiciones a Gestión del Estado, un cuerpo que le ofrecía una gran movilidad geográfica y funcional. En su experiencia ha sido fundamental rodearse de un círculo de personas que la apoyaran en todo momento… ¡y que se emocionaran tanto como ella por su aprobado!
AINHOA LEÓN LÓPEZ
Cuando escoges qué grado estudiar y en qué universidad, todo el mundo espera de ti (incluso tú misma) que esa decisión te lleve a la cima profesional, que tu carrera laboral sea brillante y te imaginas en un montón de escenarios posibles cuando terminas tus estudios. Por supuesto, todos ellos engloban el éxito y una inserción rápida en las empresas privadas.
Nadie se atreve a decirte, si es que alguien llega barajar esa posibilidad, que esa “gran decisión” puede no darte los frutos que esperabas y que finalmente, tras cuatro años de estudio, dicho grado no es tu vocación, no te suscita interés y mucho menos te va a llevar a esa profesión soñada. Y en ese momento vital me encontraba yo cuando escuché por primera vez de cerca la palabra “oposición” y encontré la vía de escape: la Administración Pública.
No te voy a negar que al principio te suena todo a chino mandarín y asusta. Y, aunque con desconfianza al principio, escuchas atentamente a la persona que te está contando su experiencia opositando y el abanico de ventajas que lleva consigo ser funcionaria. Y es cuando tu cabeza empieza rumiar “¿y si antes de cumplir 30 años ya tengo trabajo para toda la vida?”, “¿y si no me tuviera que preocupar de pagar un alquiler o acceder a una hipoteca?”, “¿y si pudiera compatibilizar trabajo y proyectos personales?”, “¿y si pudiera vivir económicamente tranquila de manera indefinida?” …. Y pasa de ser una posibilidad lejana a un objetivo inmediato, sacarte una plaza como funcionaria de carrera del Estado en menos de dos años.
Opositar al Cuerpo de Gestión, pero… ¿dónde?
Lo primero de lo que no tuve dudas fue de opositar a un Cuerpo de nivel A2 aprovechando mis estudios universitarios -no vocacionales, pero ¡bastante útiles!-, también tuve claro que debía ser un cuerpo generalista que abarcara áreas de especialización diferentes para poder desarrollar mi carrera de manera libre, y, además, una oposición cuya preparación no se alargara en el tiempo. Todos los caminos me condujeron al Cuerpo de Gestión de la Administración Civil del Estado (CGACE).
Cuando creí que lo más complicado ya lo había hecho, apostar por una oposición en concreto, se me abrió un amplio panorama de academias en las que poder preparar. Yo desconocía la oposición por lo que tenía miedo de dejarme llevar por las academias de masas o no acertar con la metodología… por lo que no me compliqué y fui a lo seguro, escogí preparar en SKR porque todas mis referencias de aprobados habían estudiado aquí.
Acerté de pleno porque, sin saberlo, tenían todo lo que yo necesitaba como opositora. Preparadores que son funcionarios del cuerpo y están en contacto directo con la Administración, grupos pequeñitos para poder hacer piña con tus compañeros y no sentirte el bicho raro de tu círculo de amigos, mogollón de práctica de test, de casos prácticos, vueltas exhaustivas al temario, etc. Al contrario de lo que se puede pensar de las academias, me sentí realmente en familia durante toda la preparación. La figura del preparador es fundamental, de hecho, diría que necesaria, para caminar con la seguridad de que el único final que te espera es la plaza.
Una larga batalla contra ti misma… que merece la pena
Quien te diga que opositar es una travesía sencilla, me atrevo a decirte que te está engañando. Posiblemente estés muchos meses estudiando sin tener una fecha de examen oficial, no tienes otra opción que ser constante y tener fuerza de voluntad para sentarte en la misma silla día tras día.
En mi caso durante toda mi preparación compatibilicé el estudio con una jornada de trabajo de 40 horas semanales. Este fue mi verdadero reto. Sacar energías y ganas de donde pudiera para ponerme a estudiar a última hora de la tarde o incluso por la noche, cuando llegaba de trabajar. Es agotador pero posible. Yo no podía sacar más de tres horas productivas al día y los fines de semana tuve que dedicarlos durante mucho tiempo a la oposición, pero llegué a la meta al igual que cualquiera de mis compañeros que tenían muchísimas más horas libres al día que yo. Al fin y al cabo, se trata de aprovechar tus momentos más frescos para estudiar y encontrar el equilibrio entre tu vida y la oposición.
Me quedo con un recuerdo agridulce de mi experiencia, todas las veces que tuve que decir que no a mi familia, mi pareja y mis amigas. Tu vida se enfoca en la oposición mientras tu circulo sigue viviendo y te pierdes muchas cosas. Aunque lo cierto es que todo merece la pena cuando llamas a tu familia y a tus amigas para decirles que te has sacado la plaza y se emocionan contigo.
Si empiezas hoy a opositar, tengo algo que decirte
No te compares con nadie, tu circunstancia es única y es igual de válida que la de los demás. Lo importante es llegar a la meta con la cabeza en su sitio y cada uno tomará un camino diferente para ello. Trabajes, tengas hijos u otros factores a los que debas dedicar tiempo, encontrarás la manera de compaginarlo.
No tengas prisa por memorizar todo el primer día, saborea cada día de estudio, imprégnate bien de toda la materia y da lo mejor de ti en cada hora que pases frente al temario. Cuando estés a dos semanas del examen, agradecerás haber tratado con mimo el temario.
Rodéate de un círculo que te comprenda, te apoye, te impulse a cumplir tu objetivo y te de la energía que algunos momentos necesitarás. Cuando te cueste respirar, toma prestado oxígeno de los tuyos.
Celebra y vive por todo lo alto el día que leas tu nombre en el BOE, es un recuerdo para toda la vida.